Tu puedes ser lo que quieras ser, Att: Barbie
Desde mi perspectiva, la película Barbie, ofrece un abanico amplio de análisis y reflexiones sobre el capitalismo, el consumismo y las nuevas masculinidades, entre otros temas. Sin embargo, hoy quiero abordar las enseñanzas y reflexiones que nos deja sobre ser mujeres, en un mundo que se parece poco a Barbieland y más a Kendom.
Para empezar, me parece importante partir de la siguiente reflexión: siendo mujer, debemos reconocer que no todas tenemos una experiencia igual, aunque compartamos de manera general, distintos tipos de violencia. No es lo mismo crecer como una mujer blanca, una mujer racializada, una mujer pobre, una mujer lesbiana o trans, una mujer rural o de ciudad, una mujer latinoamericana o estadounidense, o ser una mujer con condición de discapacidad física o mental en nuestra sociedad.
Asimismo, es importante recordar que vivimos en un país en el que el poco acceso a la educación, saneamiento, salud, recreación y ambientes libres de violencia, han impedido que niños y niñas puedan tener un desarrollo sano en su niñez, incluso muchos de ellos y ellas, no pueden acceder a juguetes de Mattel o a juguetes a secas.
A esto tenemos que sumar lo siguiente, y es que según datos compartidos por la organización Aldeas Infantiles, en Colombia las mujeres dedican el doble de tiempo a trabajos de cuidado no remunerados e infravalorados comúnmente por nuestra cultura. Asimismo, las mujeres tienen menor participación en el mundo laboral, hay 67 mujeres ocupadas por cada 100 hombres.
En zonas rurales, 51.8% de las mujeres no tienen ingresos propios, y mucho menos el carro rosa de Barbie o su casa con tobogán. Cada año son asesinadas en promedio 1000 mujeres (2,6 cada día) por violencia machista, por eso ser, lo que queramos ser, no es una tarea sencilla.
Cuando fui a ver la película dirigida por Greta Gerwig, Barbie, la icónica muñeca de Mattel creada en 1959, tenía grandes expectativas, pues su directora ha sido reconocida por sus ideas y apuestas cinematográficas feministas y debo decir, que lloré en al menos dos ocasiones. Creí que quién iría a ver la película sería esa Ana María pequeña, que jugó y tuvo mil aventuras con Barbie durante su infancia; Barbie diseñadora de modas fue mi favorita. Y aunque mis barbies quedaron en el cuarto de checheres desde mis 15 años, una parte de mí, deseaba reconectar con esas aventuras.
Sin embargo, cuando la película terminó, entendí que no solo la vio la Ana María pequeña, sino la Ana María adulta, que salió con un inmenso deseo de abrazar a esa niña que habita en mí y decirle que todo estaría bien.
Desde pequeñas crecemos en un sistema que nos socializa con la idea de cumplir ciertos ideales y estereotipos que nos harán ser bellas, aceptadas y valoradas, ser, en otras palabras, una Barbie Estereotípica. A medida que vamos creciendo estas presiones sobre nuestros cuerpos se hacen más intensas y eso me hace recordar una frase inolvidable de la película dicha por America Ferrera: “me parte el alma que creas no ser lo suficientemente buena, como si tuviéramos que ser, siempre extraordinarias”, esta frase me impactó porque con la adultez esa idea de ser insuficientes aflora aún más.
En la adultez o incluso, desde niñas, chocamos con la realidad de un mundo que no es perfecto, uno como el que describí antes, donde existen barreras sociales, económicas políticas y culturales para las mujeres, donde nos sentimos ansiosas, depresivas, inseguras, donde no tenemos cuerpos perfectos, pues la celulitis, las estrías y el vello corporal, acompañan como un suave lienzo nuestra piel.
Donde muchas no sabemos cómo ser madres perfectas o sí queremos serlo, donde nos deja el tren si tenemos treinta años y no tenemos novio o esposo, donde se ve la soltería como algo malo, donde esperamos encajar porque ninguna quiere andar con la etiqueta de “rechazada” o “fracasada”.
Uno donde somos hostiles entre nosotras y nosotros mismos, sin saber cuántas luchas libramos a diario cada una o uno y mucho menos, en cuantas caídas hemos tenido que recomponernos y reconstruirnos son dolor, ternura y compasión, solos y solas. Un mundo en el que por ejemplo, se me había dicho desde pequeña que tener el cabello rizado era sinónimo de fealdad y me hizo desear por años, el cabello que tenía Margot Robbie en la película.
Barbie es una cura al corazón para todas aquellas que no nos sentimos suficientes o extraordinarias, para aquellas que le tenemos miedo al cambio, para las que no sabemos cuál es nuestro camino, las que tememos al futuro y preferimos pensar en el pasado, como le pasó a Margot Robbie en Barbieland, y no queremos mover nada del presente. Las que tenemos una voz enorme y hemos sido reducidas al susurro del silencio. Para todas aquellas que crecieron o aún viven en ambientes precarios o violentos.
Barbie nos inspira a derribar los estereotipos de lo que significa ser Barbie, que no es vestirse de rosa y ser rubia, delgada y con dinero. Se puede ser una Barbie mamá, una Barbie profesional, una Barbie campesina, una Barbie con prótesis, una Barbie que decidió dejar las armas y quiso iniciar una nueva vida, una Barbie rizada, una Barbie futbolista, entre otras.
Barbie es una inspiración para seguir construyendo un mundo en el que podamos ser lo que queramos ser, en el que no te nieguen el trabajo por ser una mujer trans, en el que existan rampas para las mujeres que usan sillas de ruedas como asistentes de movilidad, en el que no te acosen cuando caminas con una falda corta por la calle, en el que no te señalen por no tener un cuerpo hegemónico o por envejecer y un sin fin de situaciones.
Esta bien no ser perfectas, ni llenar las expectativas de lo que deberíamos ser o cómo deberíamos vernos. Y está bien seguir luchando por un mundo más empático, reflexivo, equitativo y libre de violencias, que cuestione el género y sus roles, la estructura patriarcal y el machismo.
Para terminar, quiero compartir con ustedes algunas reflexiones de mis amigas, porque Barbie no solo fue una película que movió mis fibras, sino también las de muchas otras mujeres:
“Desde mi infancia jugué con barbies y siempre tuve la percepción de que la meta era ser lo más parecida a la Barbie estereotípica para ser feliz: ser aceptada, valorada, tener pareja, dinero y éxito. Ya de adulta me veo reflejada en dos reflexiones de la película, la primera: es abrumador nunca sentirse suficientemente para la sociedad. La segunda: el dilema de lo efímera que es la existencia humana y que vale la pena vivirla como nos parezca a pesar de que no tengamos absolutamente claro para dónde vamos…me encantó el que su final feliz no dependiera de ser pareja de Ken, sino que buscó su felicidad como individuo.”
“En un mundo donde se espera o se exige que la mujer sea como una Barbie perfecta y estereotípica, también hay un mundo de realidades y complejidades. Para mí la conclusión de la película es que invita a entender que se puede ser real, que no estamos solas y que se vale cambiar.”
“De verdad, suena estúpido, pero ver a la mujer más hermosa diciendo: no soy suficiente es como: esperen, ¿todas pensamos igual?.”
Me dicen doctora corazón, pero ustedes pueden llamarme Barbie Ana.
Nota: para escribir este artículo, tenía tantos pensamientos y reflexiones en mi mente, que lo primero que tuve que decirme fue: no tienes que ser perfecta.
Por: Ana Piraquive.